Muestra AGUARDAMOS CONEXIÓN
En Diagonal
Artistas: Guillermo Faivovich, Silvia Gurfein, Javier Villa
1 al 29 de noviembre de 2014
Texto de sala por Javier Villa
Aguardamos conexión
En 1925, luego de cuatro años de trabajo, Howard Carter abre el sarcófago de Tutankamón y se convierte en la primera persona en enfrentarse a su máscara luego de más de 3.000 años. En 2009, se hunde el Polar Mist cerca del Estrecho de Magallanes con una carga de 9,5 toneladas de metal doré, una aleación de oro y plata. En Julio de 2015, la sonda New Horizons, después de viajar más de 5.000 millones de kilómetros, ofrecerá una nueva imagen de Plutón. Entre 2008 y 2009, durante su estadía en la academia Städelschule de Frankfurt, Alemania, Guillermo Faivovich investiga estos sucesos, quizás interesado por la imagen latente que en un momento dado es vista por un solo hombre y luego se expande hacia la cabeza de toda la humanidad, por una imagen tangible de la economía que, de un instante a otro, se vuelve pura abstracción y por las imágenes que aún no existen.
¿Si las imágenes son máquinas del tiempo lanzadas hacia dos direcciones, no navegarían en un bucle infinito y, por lo tanto, tendrían un espacio reservado en todo tiempo y lugar, situando al arte en el rol de un guardián que preserva viva, dentro de una cripta, la posibilidad de la imagen aún no vista?
En 1969, Silvia Gurfein asiste al estreno en Argentina de 2001: Odisea del Espacio. En la década del ochenta, ensaya la obra El esfuerzo del destino de Vivi Tellas; se prepara para esas sesiones escuchando cassettes que le provee Nora Loiseau, su prima astrofísica. Las cintas contienen radiaciones electromagnéticas en longitud de onda, obtenidas con la antena del IAR (Instituto Argentino de Radioastronomía,) y luego convertidas en audio. En 2009, durante un estudio abierto de la Städelschule, Faivovich exhibe una foto de la primera torre erigida para el Radiotelescopio de Arecibo, una mega construcción situada en Puerto Rico cuyo objetivo, de algún modo, es la búsqueda de nuevas imágenes.
¿Una imagen nunca vista puede ser reconocida como tal, o es necesario que arrastre consigo un rango de información reconocible que construya identificación con su receptor, al mismo tiempo que lanza datos al futuro para que, ante su llegada, los mismos ya formen parte de una experiencia adquirida y, por lo tanto, puedan ayudar a construir la percepción de nuevas imágenes que aún no podemos ver, situando al arte en el rol de un catapulta que envía señales hacia adelante para activar el espacio reservado de esas nuevas imágenes que ampliarán nuestro conocimiento y goce del mundo?
En 1913, Kasimir Malevich concibe Cuadrado negro sobre fondo blanco, siendo su primera
materialización pictórica dos años posterior. El óleo de Malevich podría contener el pasado y un potencial futuro de la historia de la pintura. En 2001, Gurfein desarrolla su primera serie de espectrogramas, frecuencias de color realizadas al óleo que toman como referencia diversas pinturas de la antigüedad. Un espectrógrafo, entre otras cosas, permite conocer la composición de una estrella por el dibujo de los intervalos de luz. Gurfein toma un pequeño fragmento de un cuadro, identifica cada color de ese fragmento como una unidad de sentido y desarrolla esos colores, extrapolados, como una escritura de bandas cromáticas sobre la tela, convencida de que el óleo contiene toda la historia de la pintura como ADN que transporta en el tiempo la información de su génesis. La búsqueda de una mínima unidad que porte la información esencial, plegada, para luego ser arrastrada a otros soportes, trece años después se redirecciona hacia el sistema solar.
¿Si nunca antes la imagen se había impuesto con tanta fuerza en nuestro universo estético, técnico, cotidiano, político e histórico, no debería una sola imagen ser capaz, al mismo tiempo, de reunir todo lo anterior y ser entendida, por turnos, como documento y como objeto de sueño, obra y objeto de paso, monumento y objeto de montaje, no-saber y objeto de ciencia, un tesoro y una tumba de la memoria? ¿Si pensáramos a la historia de las imágenes como una historia de profecías, el arte sería aquello que hoy nos otorga la percepción más precisa de la experiencia contemporánea del tiempo, sin caer en linealidades evolutivas sino aportando relaciones cercanas a una idea de montaje, que escapa de las teleologías, hace visibles las supervivencias, los anacronismos, los encuentros de temporalidades contradictorias que afectan a cada objeto, cada acontecimiento, cada persona, cada gesto, conteniendo todos los estratos de la arqueología y todos los punteados del destino?
Obras exhibidas:
Sistema Solar espectral. Silvia Gurfein, 2014. Lapiz sobre papel, medidas variables – ángulos precisos.
Tower 1962. Guillermo Faivovich, 2009-2014. Impresión sobre papel, medidas variables (mural). Cortesía NAIC – Arecibo Observatory, a facility of the NSF.
Texto: Javier Villa (basado en las charlas del trío y en las ideas de George Didi-Huberman).
Comentario de Silvia Gurfein sobre la obra Sistema solar espectral
(Esta obra fue expuesta también en Deshacer, muestra en MACBA de 2016)
El sistema solar conocido está constituido por el Sol y nueve planetas.
Estos giran en una órbita elíptica alrededor de la gran estrella, Sol. A su
vez, los planetas rotan sobre sí mismos y lo hacen, en relación con un eje,
a distintos ángulos. Tomando al sol como un cero virtual, esos ángulos son
medibles y son los que respeto al momento de disponer estas obras en el
espacio de la pared. Cada dibujo corresponde a un planeta, además del Sol.
Estas obras fueron inspiradas en fotos tomadas por grandes telescopios
o sondas espaciales que indican la presencia de ciertos colores en cada
planeta. Desarrollé los dibujos como bandas cromáticas retomando la idea
de espectros, que de alguna manera está en el origen de mi pintura.
En mi primera serie Espectros del año 2002, me pensé a mí misma como
un espectrógrafo, es decir, un instrumento que entre otras cosas, permite
conocer la composición de una estrella lejana. Tomé como punto de
partida fragmentos de algunas obras de la historia de la pintura de las
que extraje la paleta. Desarrollé entonces esos colores, extrapolados,
como una escritura, uno después de otro, desplegando en ese acto el
sentido replegado en la propia pintura. Denomino Espectros entonces a la
serie desarrollada de este modo, entendiendo la palabra espectro como
el resultado de la dispersión de un conjunto de fenómenos ondulatorios
separados y ordenados selectivamente, la identificación de una unidad de
sentido en código de luz y también en el sentido de una imagen fantasmal.